sábado, 23 de noviembre de 2013

La Guerra de los Cien Años por Eloy Reverón

(II) Parte del discurso del historiador
Eloy Reverón en la logia Ilustre Americano

Existe una tendencia historiográfica que presenta a la guerra de emancipación como una lucha por la libertad y la independencia política que termina con la batalla de Carabobo, la toma de Puerto Cabello y la batalla naval del Lago de Maracaibo. Vincula el origen de la violencia con la presencia del gobierno español, donde la llamada independencia asume el rol de panacea que se desborona ante la realidad vivida después de reconocida nuestra independencia política. Una independencia política obtenida por la fuerza de una unas armas compradas a crédito, la cual generó una deuda tan importante que incidió de manera fundamental en nuestra dependencia económica.
 La violencia política se mantuvo porque las causas esenciales de la guerra no fueron erradicadas. La base de la economía se apoyaba en la explotación de la fuerza de trabajo esclava, y el sistema de exclusión social fundamentado en el color de la piel dejaba fuera a la gran mayoría de la población parda. Este conflicto fue enunciado por la clase mantuana como el conflicto entre la libertad y la autoridad. El temor de los mantuanos ante la amenaza de la pardocracia. El colectivo venezolano ha seguido la línea de un líder que actúa como una suerte de mecías a quien se acude en los momentos de mayor tensión social, o cuando el conflicto esencial de nuestra historia alcanza su máxima intensidad. La tendencia del culto a la personalidad es un producto socio histórico de nuestra cultura. Para entender este conflicto, el historiador positivista como Laureano Vallenilla Lanz, miembro de la logia Lumen, lo califica como integración y desintegración, Rómulo Gallegos lo ilustra como la lucha entre la barbarie y la civilización, el marxismo como la lucha entre explotadores y explotados. Todas son formas de abstraer la realidad histórica a lo teórico con el fin de explicar o comprender o llevar al nivel cognoscitivo, la relación pasado presente. Pero si extraemos ese conflicto de lo abstracto a lo concreto, nos encontramos con un proyecto de implantación de un modelo de sociedad y de civilización, frente a un sector excluido que siempre la rechaza. Se trata de un modelo de sociedad fraternal, de amor universal o católico, que funge como supraestructura ideológica para sustentar un sistema económico colonial cuyo objetivo se centra en las necesidades del mercado metropolitano y del creciente capitalismo internacional. Pero este modelo encontró resistencia, los pobladores originales, los primeros pero no los únicos que no tenían lugar en esa sociedad que se implantaba, a no ser como sirvientes o como amantes sometidos.
Asomada en las ranuras del palafito
En trescientos años, esa forma de dominio ejercida por los europeos que llegaron desde afuera, acusó una debilidad fundamental. La gente que quedaba fuera de la protección de los muros de la Casa Grande, discriminada, excluida de la sociedad implantada. Esa clase marginal sobrepasaba las tres cuartas partes del total de la población al iniciarse la crisis de autoridad de 1911. Este sistema colonial había establecido una serie de privilegios y exclusiones que generó tensiones severas en la medida que el número de excluidos sobrepasaba a los privilegiados habitantes de la Casa Grande. Los Guzmán y el Proyecto Liberal Nos corresponde imaginarnos un país que entró en una guerra civil que comenzó prácticamente con la declaración de independencia hasta que el monopolio de la fuerza llegó a manos del gobierno del general Juan Vicente Gómez. Por primera vez mantuvo al país sin guerras civiles hasta el momento de su muerte a finales de 1935, cuando se consolida una nueva forma de hacer política, diferente a la de la guerra predominante hasta entonces. Hasta este momento nos interesa dejar claro un aspecto a considerar como una característica esencial de nuestra historia: desde que Venezuela es una nación regida por un gobierno local, ha contado con el liderazgo de un hombre fuerte respaldado por las armas. El primero de la lista es el general José Antonio Páez, quien rige los destinos de Venezuela desde 1830 hasta la tregua de la Guerra Federal, tanto desde la presidencia como fuera de ella, llamado en los momentos de emergencia para establecer el orden. El segundo hombre fuerte que rige los destinos de un segundo ciclo de nuestra historia, es precisamente Antonio Guzmán Blanco, quien gobierna a Venezuela, incluso desde su autoexilio parisino.

El tercero, el general Juan Vicente Gómez quien terminó con cien años de guerra y mantuvo al país bajo su bota hasta que los venezolanos aprendieron una forma diferente de hacer la guerra: la política. La guerra fue la forma prevaleciente de hacer política que se practicó durante todo el siglo XIX, y los primeros 35 años del siglo XX, durante los cuales no hubo otra política que la del general Gómez, después de cuya muerte la política se comienza a practicar una forma diferente a la guerra. El cuarto líder, ya en el siglo XX, es Rómulo Betancourt, cuya influencia ejerció aún desde Berna después de sus dos presidencias, y hasta que el régimen de partidocracia que conformó, decayó después de ausentarse para siempre. Pero lo que nos interesa dejar claro es que la violencia en una característica esencial de la sociedad venezolana durante su primer siglo de existencia republicana, y son momentos de relativa tregua que de alguna manera se genera por la hegemonía de un hombre fuerte, un líder de turno. Estos cuatro líderes lograron con la autoridad de su liderazgo, por decirlo de alguna manera: a controlar o canalizar la explosión social que se genera cada vez que se incrementa demasiado en nuestra historia, la población de los excluidos, de aquellos que nunca tuvieron espacio en la Casa Grande. En 1830 Venezuela inicia su vida como nación desboronada del sueño bolivariano. Fue como volver al inicio del mismo conflicto entre dos poderes, dos fuerzas que chocan constantemente en cada página de nuestra cronología histórica.
Expansión geográfica de la cultura europea
Una tierra de gracia descrita por Colón como el Paraíso Terrenal, el Jardín del Edén donde llegó desde afuera una multitud de cristianos con la voluntad de implantar una sociedad a imagen y semejanza de los reinos de donde provenían, e implantar un sistema de producción destinado a satisfacer las necesidades económicas de sus metrópolis. Debo resaltar una situación que luego se hace constante en nuestra historia: cuando la clase dominante pierde el apoyo de La Corona
[5], su dominio sobre estas tierras se reduce a un caos, la anarquía y la guerra civil. Es la violencia política que implica implantar por la fuerza de las armas, el modelo de sociedad y de religión que se incrementó durante los primeros tres siglos de conquista[6] hasta que estalló la crisis de autoridad de la Monarquía. Es necesario estar conscientes de la resistencia de un sector del país excluido que una vez se opuso a su Conquista, y que luego se resistió a la Colonia, hasta que finalmente se conforma otra minoría, que manteniéndose aliada con fuerzas foráneas, se opuso a su Independencia económica, aunque se emancipó en lo político. Luego que entendamos el siglo XIX en su dimensión de violencia política, de guerras civiles, y de desintegración de una sociedad monárquica en medio de un intento por fundar una patria republicana. Entonces estaremos listos para entender el sentido de una institución como la Masonería en el siglo XIX, como germen del sistema republicano, como escuela experimental de cultura y conciencia ciudadana, y como un instrumento de la paz y de la conciliación, así como una ventana hacia la idea de progreso fundamentada en la Libertad a través del conocimiento por medio de la educación, la Igualdad fundamentada en la justicia a través de la democracia, y de la Fraternidad fundamentada en el amor, producto del conocimiento, la justicia y la equidad.
Pero sin olvidar que la Masonería fue mucho más que eso, dentro de un ambiente como el nuestro no pudo escapar a las intrigas político bélicas porque, después de todo no era más que una muestra que representa el universo más amplio de la sociedad profana. Nuestro foco de atención es el tiempo correspondiente a la hegemonía del Segundo Gran Líder en orden cronológico. Después de la Batalla de Carabobo. Los realistas y patriotas se reconocen como clase dominante y es así como un alto oficial realista que participó en la Batalla, como Feliciano Montenegro y Colón, instala una escuela para educar a los niños de la nueva sociedad. El hijo del sargento realista, inscribe a sus hijos con los hijos de los generales y los ministros de la nueva república. Esta es la sociedad tolerante que propusieron los masones.

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